jueves, 17 de mayo de 2007

EL CINE CUBANO SUMERGIDO. Por Juan Antonio Garcia Borrero.

El estudio de un cine que “ya no existe” por un lado, y por el otro, la tremenda diversidad de títulos, autores, estilos, formatos de producción y filmación, terminan haciendo verdaderamente compleja la revisión. En este punto, lo que una vez más se confirma, es la tendenciosa exclusión de la creación más periférica del hipotético corpus cultural de un país, excomunión de la que no se salva la faena cinematográfica, no obstante resultar esta (a su manera) otro testimonio del quehacer integral de un contexto, con rasgos propios que lo identifica y que lo convierte en algo distintivo del modelo predominante...

... De hecho, el reconocimiento y estudio de este “otro cine” quizás hasta consiga explicar mutaciones en los códigos comunicativos de la producción oficial, cuando esta última se ve penetrada por aquella otra creación: tal vez sea arriesgado asegurarlo sin antes comprobarlo en el terreno, pero en el caso del cine cubano, puede que algo del desconcierto que aún provoca la producción de mediados de los noventa, se deba en parte a esa suerte de transculturación que portaran los novísimos: posiblemente Arturo Sotto (Pon tu pensamiento en mí), Enrique Álvarez (La ola), Fernando Timossi (Blue Moon) y Manuel Rodríguez (El Sardina), más que pretender inventar una nueva imagen cubana (como cierta parte de la crítica se encargó de divulgar de la manera más peyorativa), lo que en verdad estaban extendiendo a la pantalla “profesional” eran los códigos del cine que hacían con anterioridad, ya fuera en el Taller de Cine de la Asociación Hermanos Saíz o en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños.
Es irrebatible la existencia de un “cine sumergido” incluso desde la etapa sonora pre-revolucionaria...

Juan Antonio Garcia Borrero.

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